viernes, 16 de mayo de 2008


Mi hermana es súper chora porque es como un poco loca. Derrepente dice cosas extrañas, usa términos ultra arcáicos y palabras raras que inventan con las otras locas de sus amigas. Además de hablar rápido, habla hasta por los poros y de TODO.
Ella siempre sale mejor compañera en su curso, todos la aman, y ella se cree la muerte por eso. En verdad tiene como un imán, llega fácilmente a la gente con su sonrisa pepsodent, utilizando sus tonos y gestos al hablar. Una vez no la invitaron a un cumpleaños y ella se quedó en shock porque era la primera vez en su vida que no la invitaban a uno.
Es un poco menor que yo, sólo un poco. Peliamos a veces porque ella es rebelde, y se le olvida que la edad manda, osea yo (H).
Igual es simpática y nos reímos harto. Ella me cuenta sus cosas y yo las mías. Mucha veces me reta porque soy gritona y exagerada, y yo la reto a ella porque siempre quiere tener la razón, además es mandona.
Que raro sería ser hija única, no me lo imagino, desde que tengo memoria está mi hermana al lado mío. Generalmente la menor siempre es pegote a la hermana mayor, pero éste caso es al revés. A veces la colapso porque la abrazo mucho y le hablo como si fuera una guagua, pero es que no puedo evitarlo, para mí ella es como un baby que se cree grande. En todo caso, cuando no la pesco, ella me busca, sé que me extraña, aunque nunca en su vida lo admita, ella no puede vivir sin mí.
Es ta linda. Yo la amo

Un largo olvido

Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro, que por el otoño, era más seco que nunca.
Su caminar era pesado, los kilos que había adquirido no le ayudaban, y su ropa, la misma de la última vez, pero con un sombrero que seguramente traía de su viaje.
Solo quería encontrarme con él, quizás así, mi alma se quitaría un peso de encima y el rencor podría desaparecer. Por esto, partí rápidamente en dirección al cerro y mientras subía, encontré en el camino una botella de licor corriente. La tomé y seguí mi camino.
Al llegar a la cima, lo vi tirado bajo un árbol, con un aspecto terrible, como un moribundo. Enseguida me percaté que la botella que había recogido en el camino, era de él, su olor me lo decía y era imposible no darse cuenta.
Lo miré fijamente y lloré, cuando logré calmarme, una fuerza interior lanzó palabras sin que yo pudiera procesarlas, y así pude desahogarme de todo lo que nunca fui capaz decirle.
Él, en su estado, no pronunciaba palabra alguna y sólo pudo decirme ‘’lo siento’’. Le respondí ‘’un lo siento no curará mis heridas’’, pero de todas maneras, no esperaba curarlas, sólo quería que lo supiera. Con la botella en mi mano, pensé un momento en lanzársela sobre la cabeza, aún así, no lo hice, y sólo la solté para que cayera sobre las hojas secas.
Rápidamente volví a casa, entre a mi habitación y me tiré sobre la cama, pensando en lo sucedido nuevamente lloré y no paré hasta que lo vi en mi puerta.
Habían pasado unas horas y mis ojos rojos e hinchados eran imposibles de disimular. Él, en mejor estado, se sentó junto a mí, puso su mano sobre mi espalda y no dijo nada. Me enfurecí y salí corriendo hasta la cocina, me tomé un vaso de agua y me quedé ahí, tiesa, como un zombie. Luego de un rato, sentí la puerta de entrada, se había marchado con un portazo, mientras, yo pensaba en por qué volvió, qué pretendía, en sus zapatos, después de tantos años yo no volvería. Sólo rogaba que ese portazo fuera el último que diera, así no volvería a verlo.
Dicen que el tiempo lo cura todo, pero no borra las marcas, estas siempre quedan y aunque pase una eternidad, puedo sanarme, pero no olvidar.