viernes, 16 de mayo de 2008

Un largo olvido

Tantos años huyendo y esperando y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro, que por el otoño, era más seco que nunca.
Su caminar era pesado, los kilos que había adquirido no le ayudaban, y su ropa, la misma de la última vez, pero con un sombrero que seguramente traía de su viaje.
Solo quería encontrarme con él, quizás así, mi alma se quitaría un peso de encima y el rencor podría desaparecer. Por esto, partí rápidamente en dirección al cerro y mientras subía, encontré en el camino una botella de licor corriente. La tomé y seguí mi camino.
Al llegar a la cima, lo vi tirado bajo un árbol, con un aspecto terrible, como un moribundo. Enseguida me percaté que la botella que había recogido en el camino, era de él, su olor me lo decía y era imposible no darse cuenta.
Lo miré fijamente y lloré, cuando logré calmarme, una fuerza interior lanzó palabras sin que yo pudiera procesarlas, y así pude desahogarme de todo lo que nunca fui capaz decirle.
Él, en su estado, no pronunciaba palabra alguna y sólo pudo decirme ‘’lo siento’’. Le respondí ‘’un lo siento no curará mis heridas’’, pero de todas maneras, no esperaba curarlas, sólo quería que lo supiera. Con la botella en mi mano, pensé un momento en lanzársela sobre la cabeza, aún así, no lo hice, y sólo la solté para que cayera sobre las hojas secas.
Rápidamente volví a casa, entre a mi habitación y me tiré sobre la cama, pensando en lo sucedido nuevamente lloré y no paré hasta que lo vi en mi puerta.
Habían pasado unas horas y mis ojos rojos e hinchados eran imposibles de disimular. Él, en mejor estado, se sentó junto a mí, puso su mano sobre mi espalda y no dijo nada. Me enfurecí y salí corriendo hasta la cocina, me tomé un vaso de agua y me quedé ahí, tiesa, como un zombie. Luego de un rato, sentí la puerta de entrada, se había marchado con un portazo, mientras, yo pensaba en por qué volvió, qué pretendía, en sus zapatos, después de tantos años yo no volvería. Sólo rogaba que ese portazo fuera el último que diera, así no volvería a verlo.
Dicen que el tiempo lo cura todo, pero no borra las marcas, estas siempre quedan y aunque pase una eternidad, puedo sanarme, pero no olvidar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

wow quede pensativa, me gusto la forma en que lo escribiste todo, me surguieron dudas de las cuales tu, ni siquiera debes tener la respuesta

Saludos