Salió ala calle, sacó la motocicleta del rincón donde el portero le permitía guardara, subió a ella y sin mas preámbulos, arrancó en busca de ella. Partió primero a esa plaza que tantas veces visitaron juntos, pero no la encontró. Continuó con la cafetería a la que solían ir aquellos fríos días de invierno, y nada. Subió rápidamente a su motocicleta, y aceleró como nunca antes.
Sentía tanta euforia, que ya el frío había desaparecido por completo para él.
Comenzó a sentir unas gotas de agua en su frente; de las cuales aún no diferenciaba si eran parte del sudor, o de la lluvia que se adelantaba a caer sobre el pueblo.
Casi desesperanzado, se dirigió al lago, su lugar de reflexión, y se sentó frente a él, a sentir el aire y a observar aquellas aguas que tanta paz le transmitían. Fue allí cuando la sintió sentarse junto a él, a mirar el lago que a ambos calmaba. Sintió su mano sobre la suya, tan helada como un cubo de hielo, como si viniera del polo.
Sin mirarla le dijo ''te quiero'', y ella sin pronunciar palabra alguna, le respondió todo con un abrazo, de esos que no necesitan de más para expresar lo que el corazón dice.
Después de un rato, sin soltarse las manos, se subieron a la motocicleta, que estacionada junto a un árbol, ya estaba empapada por la lluvia.
Fue así como, después de su primera discusión de pareja, ambos coincidieron en afirmar que las reconciliaciones siempre son las mejores.